En el año 1940, en plena segunda guerra mundial, un clima adverso hizo que la Luftwaffe alemana bombardeara por error la ciudad de Londres. En una época donde todavía existían ciertas “reglas caballerosas” en la hora de la lucha, esta afrenta hizo saltar al irascible Churchill. ¿Que hubiera pasado si ese funesto día no hubiese habido niebla?
Estamos en el verano de 1940, los panzers de Hitler han conquistado media Europa en poco más de un mes: Parece que nadie puede detenerle, pero ante él se encuentra su enemigo más duro, el mar que separa Francia de la Gran Bretaña. Éste está custodiada por la mayor flota del mundo, la Royal Navy, ante la cual solo puede alinear a una Kringsmarine en pleno desarrollo. Dista mucho de poder hacerla frente.
La solución ante este problema se la brinda un excéntrico personaje, Herman Göering, al mando de la todopoderosa Luftwaffe. Dice poder obtener el dominio del aire y por tanto una posibilidad de dar el salto a las islas. Se organizo un plan llamado “León Marino” donde la directiva n.16 estableció como primer punto ineludible destruir todo el poder ofensivo de la R.A.F. (Royal Air Force), es decir, el bombardeo masivo de los aeródromos en la llamada Operación Águila.
El día del águila comienza el 15 de agosto con el uso de más de 1000 bombarderos y cazas, y más de 2000 incursiones en un solo día. A finales del mes de agosto la RAF estaba en las ultimas, el poderío aéreo alemán era indiscutible. Todo parecía que esto significaba el desembarco y la invasión segura de las islas por el potente ejército alemán.
Pero un nublado día, una escuadrilla de cazas se desvía de su rumbo, y descarga una cantidad ínfima de bombas comparada con lo que vendría en los años venideros sobre Londres. Churchill ante esto bramo de ira. No lo podía permitir, toma represalias ordenando un bombardeo sobre la capital alemana, Berlín. Este ataque produjo unos daños bastante escasos pero puso en evidencia a Göring, que tiempo atrás dijo que nunca una bomba caería sobre suelo alemán.
Esto supuso el inicio de los ataques aéreos entre los dos bandos, una guerra que hasta entonces nunca se había realizado en toda la historia de la humanidad, haría que al final de la guerra se sufrieran cientos de miles de bajas entre la población civil. Mujeres, ancianos y niños que nunca debieron involucrarse en este conflicto sufrieron directamente el daño de las bombas.
Estos ataques dejan a la RAF libre para rearmarse, consolidándose poco a poco otra vez como una fuerza temible. Van logrando un equilibrio de poder sobre el canal, que a la postre se convertiría en una superioridad evidente. Esto dio al traste con el posible desembarco antes del invierno de 1940, haciendo que Hitler pusiera sus ojos en su mayor enemigo ideológico, la URSS. Va dejando de lado la idea de invasión de la que solo queda para el recuerdo las barcas de desembarco oxidándose en las costas normandas.
¿Qué hubiera pasado si ese día hubiese amanecido soleado? ¿o si el jefe de la escuadrilla alemana hubiera reconocido antes del bombardeo su error?
Puede que miles de familias no hubiesen tenido que lamentar la muerte de algún familiar, y puede que el panorama político actual hubiese cambiado radicalmente. Si Alemania hubiese invadido Inglaterra en 1940 y esta se hubiese desmoronado, hubiera desaparecido la amenaza del segundo frente. Hitler entonces podría trasladar todas estas tropas estancadas en toda la costa atlántica al frente ruso, y pudiendo haber ganado la guerra u obtenido una paz pactada. Esto sin duda habría cambiado la Europa que hoy en día conocemos.